El laberinto. Diario de un ser solitario.
Hace muchísimos milenios llegó a mis manos el único
ejemplar (que no quiere decir que sólo constara de un libro, pues eran cientos
de miles de millones de tomos) de lo que podemos considerar un diario, en el
que se mostraba la constante preocupación de un ser (¿un hombre?) por lo único
que le concernía (quizás lo único que nos debe interesar): la noción, el
concepto, el estudio del tiempo y su relación con el espacio (si es que no son la misma cosa).
Y lo más parecido que existe con estos dos conceptos (si es que no es lo mismo):
la eterna muerte (fugazmente interrumpida por una efímera y, sin embargo,
laberíntica vida).
Y justamente es la persistente lucha por encontrar
la salida de ese laberinto en el que se desarrolla nuestra existencia (si es
que realmente existimos) la máxima expresión de la relación espacio-tiempo
(denominada eufemísticamente vida). Lo demás todo es secundario, nimio, inútil,
baladí.
En el mencionado diario varios datos llamaron mi
atención:
La primera de ellas era lo extenso del mismo.
Por otra parte, quien lo escribió era un ser
solitario. Posiblemente era el primer ser que habitó este Universo. Puede que
el último. En todo caso, solitario.
De la misma manera, me sorprendió la fecha, tanto
del primer día como de los sucesivos. El primer dato que aparecía era "día
uno".
Sin duda el ser que lo escribió iniciaba una etapa.
Yo ignoro qué podría ser aquello que entonces comenzaba. Quizás fuera el primer
día de la eternidad o de su vida. Puede que el último. Quizás el primero de su muerte. ¿Quién sabe?
También llamó mi
atención la infinita reiteración (salvo alguna excepción) de las mismas y concisas
palabras y expresiones, así como la escueta descripción (posiblemente de un
modo figurado) de lo acontecido.
Por otra parte, la
duración de lo que parecían unos años y otros era distinta, y esa variabilidad
dependía de los meses que tuvieran y los meses a su vez poseían distinto número
de días. Era habitual que los años tuvieran miles de meses o apenas unas
decenas. Por su parte, los meses también oscilaban entre varias centenas de
días y varios cientos de millones. Lamento decir que ignoro a qué se debe esta
variación. Quizás a una lógica que no alcanzo a entender. Tampoco conozco si
los días se dividían en horas y si todos tenían la misma duración.
Veamos, en síntesis,
el diario:
Día uno del mes uno del año uno
Al llegar he encontrado dos puertas, derecha e
izquierda. He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado dos puertas.
Día dos del mes uno del año uno
He optado por la izquierda. Al abrirla he encontrado
dos puertas.
Día tres del mes uno del año uno
He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado
dos puertas.
La repetición en las
siguientes páginas y en los sucesivos tomos del diario es reiterativa,
insistente y extenuante. Debemos llegar hasta el día 22.807.178.456 del mes 56.345.843
del año 798.234 para encontrar algo distinto:
He optado por la derecha. Una vez atravesada ésta,
he querido volver, pero no he podido abrir la puerta que se cerró a mis
espaldas. He encontrado dos puertas, derecha e izquierda.
Día 22.807.178.457 del mes 56.345.843 del año 798.234:
He optado por la derecha. He encontrado dos puertas,
derecha e izquierda.
En el resto de los días se repite lo mismo, hasta
llegar al día 9.325.698.109 del mes 987.368 del año 7.889.121.220, último del
diario:
He optado por la izquierda. He encontrado dos
puertas, derecha e izquierda.
Ignoro por qué dejó de escribir. Se me ocurren mil razones.
Relaciono algunas de ellas, elegidas al azar, que no son siquiera las más
lógicas:
1.- Quizás por no ser más reiterativo. Tuvo una
paciencia infinita (otros habrían abandonado antes). Pero puede ser que tras tantos
días, comprendiera la inutilidad de seguir transcribiendo las mismas
inquietudes que no llegaron a hallar respuestas.
2.- Puede que al fin encontró la muerte. Que es lo
que todos los seres vivos llevan persiguiendo desde que nacen.
3.- O que cayera en la cuenta de que estaba muerto
y, por tanto, de que no merecía la pena continuar escribiendo.
4.- También, que cayera en la cuenta de que estaba
vivo y, por tanto, de que no merecía la pena seguir escribiendo.
5.- Comprendió que estaba vivo y que había
dilapidado una fracción de la eternidad en tratar de entenderla.
6.- El último día halló dos puertas, pero decidió no
optar. En este caso puede que aún permanezca pacientemente aguardando que
alguien o algo dé el próximo paso.
7.- Al abrir la puerta de ese último día únicamente
halló una única puerta o un sendero. Son múltiples las posibilidades que se
abren. Quizás, como en la opción anterior, aún permanece pacientemente
aguardando que alguien dé el próximo paso. También es posible que esté
indefinidamente recorriendo esa senda, que puede ser eterna, en pos de nuevas
disyuntivas.
8.- Ese último día encontró ante él infinitas
puertas, cada una de las cuales encerraba infinitas puertas, cada una de las
cuales encerraba infinitas puertas, cada una de las cuales encerraba infinitas
puertas…
9.- Ese día terminó su recorrido: no había más
puertas. No halló más posibilidades de elegir. Puede que hubiera alcanzado los
confines del espacio y del tiempo.
10.- Si esta décima razón es leída por algún humano
con toda seguridad no la entenderá y creerá que no es posible: ese día pudo,
por fin, volver atrás. Esta tesis es inadmisible, inverosímil y absurda para
los humanos porque el laberinto estaba construido en el espacio y en el tiempo.
Y el tiempo no permite a los humanos regresar. El resto de los
seres sí podemos regresar en el tiempo, pero a los humanos eso os está vedado.
Hay muchas más posibilidades, podría escribir
cientos, pero no quiero hacer más especulaciones.
La respuesta correcta será un enigma para siempre.
Como también será un misterio conocer si buscaba algo distinto de la salida de
ese laberinto, únicamente para saber qué había en el exterior.
* * * * *
Al cabo de cientos de miles de años de relatar lo
anterior recibí un comunicado de ese ser. He entresacado lo que creo más
importante:
"Continúo aguardando una señal, un indicio que
me libere de esta prisión. Mi memoria únicamente da refugio a un vago recuerdo:
dos caminos, dos puertas, dos direcciones, derecha e izquierda. Y mi deber y
necesidad de elegir uno. Es un recuerdo oscuro, difuminado. Pero no me sentía
mal, ni solo. Pues la vida, el espacio, el tiempo, son continuos
laberintos".
Quizás alguna vez dé con eso que está buscando.
* * * * *
Recientemente ha llegado a mis manos el único
ejemplar (que no quiere decir que sólo constara de un libro, pues consta de
infinitos tomos) y que tiene la peculiaridad de ir aumentando el número de
ellos en progresión geométrica a medida que el tiempo transcurre, a medida que
el universo se expande) de un diario, aunque no era un diario cualquiera. Era
de los que se pueden considerar extraordinarios (porque adiestra, documenta y
disciplina). Mostraba la constante preocupación de un hombre por lo único que
le concernía (quizás lo único que nos debe interesar): la noción, el concepto,
el estudio del tiempo y su relación con el espacio (si es que no son la misma
cosa). En infinitas ocasiones, ambos conceptos son asimilados, identificados y
vinculados con aquello que más se le parece: la eterna muerte (fugazmente
interrumpida por una efímera y, sin embargo, laberíntica vida).
Y justamente es la persistente lucha por encontrar
la salida de ese laberinto en el que se desarrolla nuestra existencia (si es
que realmente existimos) la máxima expresión de la relación espacio-tiempo
(denominada eufemísticamente vida o muerte, no lo sé). Lo demás todo es
secundario, nimio, inútil, baladí.
En líneas generales, el diario es reiterativo hasta el infinito:
Día menos uno del mes menos uno del año menos uno
Tengo la impresión de que ya he estado aquí anteriormente, que estas
dos puertas que hay a mis espaldas ya las he atravesado anteriormente, pero no
recuerdo dónde conducen. He optado por la izquierda. Al abrirla he encontrado
dos puertas.
Día menos dos del mes menos uno del año menos uno
He optado por la derecha. Al abrirla he encontrado
dos puertas…